martes, 23 de abril de 2013

Día del Libro

Hola a todos, hoy por ser un día tan especial para todos los amantes de la lectura y escritura quería haceros un pequeño regalo para celebrar el día del libro. Es un relato corto que escribí, espero que os guste:

UNA CLASE PROVECHOSA

Nathan se encontraba cómodo recostado en su silla, mientras el profesor repasaba los principios más básicos de matemáticas que el muchacho dominaba desde hacía tiempo. Todavía era muy temprano, desde su asiento de la última fila observaba a través de la ventana, la bruma matutina que apenas dejaba entrever los árboles al otro lado del patio. Todo estaba bajo una tranquilidad absoluta.
De pronto, un estruendo sacudió al joven penetrándole hasta los huesos, como un rayo cayendo sobre su pelo lacio y rubio. Ya no se encontraba en el instituto, al menos, eso creía. Ya no estaba siquiera en su ciudad, o aquello le parecía. Todo le resultaba muy extraño, a su alrededor se extendía un árido desierto rocoso y la brisa agitaba el polvo obligándole a taparse la cara con su bufanda. Repentinamente, le pareció ver unas sombras al otro lado de la duna donde se encontraba, muy extrañado, Nathan corrió hacia ellas. Descubrió a unos niños que jugaban con un matojo seco de hierbas, intentó hablar con ellos, pero no le entendían. Al verle la cara, llena de polvo y árida por el ambiente, el más pequeño de los niños le alcanzó un odre de agua y se la ofreció. Nathan alargó la mano para cogerlo pero se lo pensó mejor y la retiró, pues se dio cuenta de que los niños necesitarían más el agua.
Continuó andando por el desierto envuelto en la nube de polvo de arena que levantaba el viento, pero sin darse cuenta ésta se disipó y empezó a sentir mucho frío, estaba frente a un glaciar. El paisaje estaba desolado y no se apreciaba ni un alma en aquel extraño paraje. El joven tuvo que abrigarse todo lo que pudo, pero aun así las gélidas temperaturas le calaron y la fina nieve que caía le empapó el abrigo. No sabía que hacer, no encontraba un lugar para calentarse, pero de nuevo vio algo que se movía a lo lejos. Era una muchacha que andaba despacio por el hielo, con la seguridad que solo los años otorgan y la paciencia que la naturaleza nos obliga a adquirir a veces. Nathan corrió hacia ella, con el frío el pelo se le había cubierto de escarcha, sus mejillas estaban sonrosadas, había dejado de sentir las puntas de los dedos y cuando intentó articular un saludo descubrió que no podía mover la lengua. La muchacha le observó atentamente y le cedió el grueso manto de piel que llevaba puesto. Nathan tendió la mano para cogerlo, pero enseguida se dio cuenta de la fragilidad de la joven, y pensó que apenas resistiría sin su abrigo en un lugar tan frío e inhóspito.
Poco a poco, el frío le abandonó y al volver la cabeza vio que se encontraba rodeado de unos bellos jardines. De unas fuentes preciosas manaba agua cristalina, y el sol se alzaba en lo alto cual destello luminoso de esperanza. Unos jóvenes con muy buena apariencia almorzaban alegre y abundantemente. Nathan entonces se dio cuenta de lo hambriento que estaba y al acercarse a ellos les pidió uno de los racimos de uvas que crecían en las parras cercanas. Esta vez, los muchachos si que le entendieron, pero le rechazaron, despreciándole y dejándolo solo y perdido.
Nathan huyó de aquel lugar, corría lleno de una rabia que le cegaba. Una parte de él quería volverse y enfrentarse a los jóvenes, pero oyó las voces de los niños del desierto y de la joven de la nieve. Se calmó al oírlas y pensó que no debía ser cruel por una actitud incorrecta de los jóvenes del jardín, aunque la rabia seguía latente en su corazón.
Ya tranquilo, abrió los ojos y vio que se encontraba en un prado donde un arroyo discurría suavemente cual diadema de plata sobre finos cabellos cubiertos de amapolas. Unos árboles se erigían firmes, pero a la vez meciéndose con la brisa matutina. Nathan vio a un anciano caminar cojeando dolorosamente. Posó sus ojos sobre los suyos, y vio en ellos una mirada de súplica, la misma mirada con la que él miró a los jóvenes elegantes hacía apenas un instante.
Nathan escuchó sus palabras y pensó que si ellos eran capaces de despreciar así su mirada, él también podía hacerlo. Pero después oyó voces en extraños idiomas, retumbaron en sus oídos miles de gritos que ofrecían ayuda, miles de manos dispuestas a levantar a un herido, miles de sitios vacíos junto al hogar que esperaban ser llenados. Entonces, tendió su mano al anciano, le cubrió con su bufanda y la manta que le dio la muchacha del hielo, le acompañó hasta el arroyo y llenó un pequeño odre vacío que encontró con agua fresca igual que había hecho el niño del desierto y se la dio. Fue corriendo a un árbol cercano, y recogió unos sabrosos frutos para el anciano.
Entonces pudo ver en el hombre, aquella mirada que expresa el orgullo y la alabanza por todo lo que es capaz de hacer una persona para ayudar a otra. Esos ojos que ya habían perdido la fuerza de la juventud, Nathan los había llenado de vida y ahora rebosaban felicidad.
De nuevo, los cientos, miles de voces de agradecimiento, que apagaban por completo aquellas otras de desprecio, inundaban el aire. Nathan volvió a depositar sus ojos sobre los del anciano, y notó que entraba en calor, se dio cuenta que había saciado su sed, y el hambre que había sentido dejó paso a una alegre sensación de paz.
De pronto, el joven notó una sacudida que le recorrió todo el cuerpo. Ya no sentía la suavidad de la hierba junto al arroyo, sino que estaba de nuevo en clase. Había unas pocas anotaciones en la pizarra, y su pupitre seguía igual de vacío que al comienzo de la clase. El timbre estaba sonando, la clase terminaba y se dio cuenta de que hoy había aprendido una gran lección.

¡Feliz día del libro!

sábado, 20 de abril de 2013

MONREAL DEL CAMPO

Hola a todos!
Os comunico que el día 2 de mayo estaré en mi pueblo, Monreal del Campo (Teruel) para dar varias charlas a los alumnos del colegio y del instituto sobre el libro, y una presentación para el público en general.
Algunos alumnos del instituto han leído el libro y creo que así será una gran oportunidad para que me comenten su opinión y sus experiencias.
Por último, quiero agradecer de antemano a la Biblioteca de Monreal y a toda la gente que lo ha organizado el brindarme esta magnífica oportunidad.
Un saludo.
Jaime.

miércoles, 10 de abril de 2013

GRACIAS

Hola a todos, quería dar las gracias a los colegios Alkor y Villalkor por la magnífica oportunidad que me brindaron, me lo pasé genial con los chicos y espero que ellos también pasaran un buen rato. Fue una gran experiencia y espero poder repetirla algún día.
Un saludo.
Jaime.